sábado, 3 de julio de 2010

Por fin llegamos

Tras 14 horas de vuelo estamos en nuestro destino, El Salvador.

Como casi siempre que se toma un vuelo internacional, te topas con gente interesante.

Al lado mía, un sacerdote panameño me fue contando sus impresiones sobre El Salvador, Centroamérica y la zona en general.

A Arantxa (mi compañera de viaje) le toco una guatemalteca que venia de un congreso de académicos de la lengua. Era miembro (o miembra…) de la RAE en Guatemala.

Como podéis imaginar tuvimos un viaje de lo más entretenido.

Por si no fuera suficiente con nuestros interesantes compañeros, un espontáneo se acerco tras nuestro primer almuerzo (sorprendentemente bueno) y nos pidió las “chapitas” de las latas. El hombre pretendía hacer, según contó, collares y carteras. Fue una ocurrencia divertida.

El segundo vuelo, el de Guatemala-Salvador fue muy pesado. Ya teníamos ganas de llegar…

Al final, a las 18:20 hora local aterrizamos en San Salvador.

Lo primero que se ve cuando llegas en avión es un color: verde, verde y más verde.

No se nos puede olvidar que estamos en el trópico.

La correspondiente y molesta cita con inmigración fue bastante rápida, sólo 5 minutos. Nada que ver con las tres interminables horas de Israel…

Cuando (por fin) salimos del aeropuerto nos encontramos con un jolgorio de gente esperando con cartelitos y ofreciéndonos taxis. Eso si, en castellano, ¡que cómodo!

Hacía una temperatura exquisita, unos 25°. De repente, un enorme O.V.N.I. se paseó por la zona abarrotada de llegantes. Era una preciosa mariposa, más grande que mi puño, la más grande que he visto. Parece ser que aquí hay nosecuantas miles de mariposas…

Tras un par de vueltas por la zona encontramos a Víctor, la madre Nora, tres profesoras del centro y varios chavales.

Después hicimos nuestro primer viaje en pick up. Con esa palabra se refieren aquí a las típicas rancheras estilo yankee, que están por todas partes.

No vimos mucho de San Salvador porque era de noche. A pesar de todo se veía una ciudad iluminada y entre montañas dominada por un volcán, una vista preciosa.

Arantxa tuvo más suerte que yo, que caí presa del sueño nada más entrar en el pick up.

Nuestro destino y hogar durante este mes es una casa en la que viven tres misioneras de tres países diferentes: Nora, salvadoreña, Isabel, española y Cristina, cubana.

Aguardando al día siguiente nos acostamos, con la ilusión de levantarnos y ver que había ahí fuera.

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